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martes, 27 de julio de 2010

MILES TO GO CAP 1 (PARTE 2)


Ella me instruyó durante ese año; por tanto, ahora yo regresaba a mi antigua escuela después de un año de ausencia. No sólo eso, sabía a la perfección que las primeras semanas de escuela son cuando todo ocupa su lugar; conoces a tus maestros, encuentras a tus amigos, descubres si la ropa que compraste para la escuela es aceptable o inaceptable por completo. La gente genial se encuentra entre sí. La gente inteligente se encuentra entre sí. Yo, y todas las demás personas pseudoartistas que están en medio, nos damos cuenta de es mejor que unamos fuerzas y obtengamos el mayor provecho posible. Si te pierdes toda esta diversión, te arriesgas a convertirte en un marginado, un perdedor. Si ya cursaron la escuela secundaria, saben a qué me refiero. Si aún no lo hacen, bueno... aguenten un poco. Puede mejorar, lo prometo. De cualquier manera, como podrán imaginar, faltar a la escuela estaba lejos de ser el ideal. Pero si deseaba ser artista y de verdad lo deseaba, entonces no había otra opción; tenía que ir a Los Ángeles. En realidad no esperaba regresar a la escuela y ser una de las chicas populares. La granja en Tennessee, donde vivíamos cuando no estábamos en Toronto estaba un poco aislada y por ello no habían niños con quienes yo practicara mis habilidades para hacer amistades, crecí jugando con mis hermanos, aunque también me sentía igual de cómoda cuando convivía con mis padres y amigos.

No me resultó la utilidad el hecho de tener siempre demaciada energía. No había manera de que me quedara quieta, sentada en mi lugar, y me concentrara durante horas sinfin. La gente no sabía con exactitud cómo tratarme, no es que yo intentara ser irrespetuosa, es sólo que no podía quedarme quieta. En mi primer día de clases, cierto año mi maestra me dijo que sería castigada si decía una palabra más. Me volví hacia mi amiga y susurré: 'Una Palabra Más'. ¡BUM! Castigo. Por susurrar, ese primer día de clases tuve suerte de que mi maestra no escuchara lo que dije o quién sabe lo que me hubiera sucedido. En la escuela siempre quise ser yo misma y no me avergonzaba de ello. Tenía mucho por decir. Destaqué en actuación y música. Obtuve buenas calificaciones. Tenía grandes sueños. No era la fórmula exacta para ser 'popular'. A la mayoría de los chicos les preocupa no ser aceptados; a mí me preocupaba no sobresalir por perderme el inicio de clases que no era exactamente lo que yo tenía en mente. De cualquier manera, cuando regresé a Nashville para cursar sexto grado, dos semanas después del inicio de clases, mis viejos amigos parecían contentos de verme, y la vida parecía haber vuelto a la normalidad. Comencé a pensar que me había esquivado una bala y me había preocupado por nada. Sin embargo, poco a poco me di cuenta que ése no era el caso. Una de mis amigas más cercanas, llamémosla Rachel* y yo comenzamos a acercarnos a un grupo de chicas de nuestra clase. No eran las chicas 'populares' ni las chicas 'crueles'. En realidad no sabía cómo clasificarlas entonces y no puedo estereotiparlas ahora. Sin embargo, por alguna razón, ellas formaban el grupo en el cual yo quería ser aceptada. La primera señal de problemas fue la más pequeña e insignificante cosa que ustedes puedan imaginar. Estábamos reunidas cerca de nuestros casilleros después de la clase de matemáticas. Yo hice una broma y la líder, ella es CC por Chica Cruel giró los ojos hacía arriba, eso fue todo: un pequeño gesto que duró un segundo, sin embargo, estábamos en sexto grado. Todo significaba algo en sexto grado. ¿Cuál fue mi respuesta? Ninguna, desde luego. Quiero decir, si han cursado sexto grado, ya saben cómo es. Si yo hubiera dicho algo directo como '¿Qué significa ese gesto tan desagradable?' CC hubiera respondido algo altanero como 'No tengo idea de qué me hablas' y me hubiera humillado. Ése es un sentimiento que aborrezco más que nada. Entonces fingí que no me había dado cuenta. Lo saqué de mi mente. No obstante, las señales continuaron. Pocos días después, coloqué mi bandeja sobre la mesa durante el almuerzo y creí escuchar un gruñido. ¿Un gruñido? La siguiente semana me presenté con una chamarra nueva de mezclilla* (si, asi era la moda en sexto grado). Dije: 'Me encanta mi atuendo de hoy'. Una de ellas replicó con tono de burla: '¿De verdad?', y me lanzó una mirada que me hizo encogerme como chícharo seco en el piso; de la comida de ayer. En ese momento supe que no sufría de paranoia. Yo era una marginada, ¿Por qué mis 'amigas' se volvían en contra mía? No tenía idea pero ahí lo tienen: Bienvenidos al infierno social de sexto grado.
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